Últimamente se me ha preguntado
en diferentes círculos por el origen y sentido de la Torre Eiffel. No podemos
negar el interés que despierta semejante coloso férreo que domina el Campo de
Marte junto al Sena. Símbolo por antonomasia de París y fuente de discusiones
tanto artísticas como arquitectónicas. Lo que ahora os expongo es mi humilde
opinión y por lo tanto podéis aceptarla o no. La verdad sea dicha.
A mediados del Siglo XIX una
serie de personalidades comienza a enfocar la arquitectura hacia el futuro
dándole la espalda al historicismo reinante en el mundo occidental. Podríamos
calificarla de “Arquitectura de los Ingenieros” y entre sus elementos
predilectos estaría la utilización del hierro como elemento constructivo.
Previamente La Revolución Industrial de finales del Siglo XVIII y principios del Siglo XIX transforma el
uso de los materiales constructivos. Nuevas tecnologías permiten la aparición
de unas tipologías y una estética nuevas en la arquitectura.
Con respecto al hierro, la industria metalúrgica se desarrolla de tal manera que este metal se obtiene en grandes cantidades y mejor calidad y ello permite su utilización masiva como en la construcción de puentes:
Puente de Hierro sobre el río Severn, Shropshire, Inglaterra, 1779 |
A todo ello hay que unirle el
desarrollo de la utilización del cemento y posteriormente del hormigón armado
para la creación de estructuras de edificios, encofrados, etc… La utilización
del vidrio también tendrá su erupción en estos momentos pero de este material
no vamos a ocuparnos ahora.
Para levantar la Torre Eiffel
hicieron falta el desarrollo de los siguientes cambios de producción (junto a determinadas vicisitudes económicas,
claro está) a grandes rasgos:
- Sustitución de técnicas artesanales
por industriales. Desarrollo del diseño previo: el edificio se descompone en
unidades mínimas modulares.
- Producción en serie: Producción
industrial de esas unidades a través de cadenas de montaje mecanizadas.
- Construcción como proceso de
montaje para unión de esas piezas prefabricadas.
A todos estos ingredientes, hay
que añadirle una tendencia funcionalista en la arquitectura y la proliferación
de exposiciones universales, escaparates comerciales donde las naciones
mostraban sus encantos.
No encuentro otro símil más
adecuado. Solo puedo pensar en la presentación de aquella serie, Las Supernenas,
aquel padre que se afana en verter en el potaje chucherías, juguetes y “más
cosas bonitas” para que “PUUUMMM” surjan esas tres diablillas. Más o menos así,
con menos saturación y más química, surgió esto:
Torre Eiffel. 1887-1889 |
París, Exposición Universal de
1889, conmemoración del primer centenario de la Revolución Francesa. Diseñador:
Maurice Koechlin. Ingeniero: Gustave Eiffel
La Torre Eiffel se construyó como
símbolo de la Exposición Universal de 1889. Otros edificios fueron erigidos
para tal, pero tras la exposición se demolieron, aciago destino que debió ser
compartido por esta torre y que (¿Por motivos nacionalistas? ¿Por motivos
publicitarios? ¿Por motivos económicos?) finalmente no aconteció.
Está completa, no le falta ningún
tipo de revestimiento que ocultara su estructura de hierro, porque precisamente
esa estructura de hierro es el motivo de su existencia. Eiffel era defensor de
la utilización de los nuevos materiales y he aquí su mayor argumento, una torre
de módulos de hierro ensamblados en el mismo lugar de exposición.
Su función principal (aunque la historia posterior le
otorgue múltiples tareas) fue la de símbolo, puerta de entrada a la exposición
universal, como un arco de triunfo de
más de 320 metros de altura que representaba la majestuosa culminación del
Siglo XIX. Para ser vista y para ver París. Pura propaganda ingenieril que
sobrevivió a sí misma. Criticada y alabada por unos y otros, impulsora de una
nueva estética que le da la espalda a la historia.
Fotografía Exposición Universal de París, 1889 |
Quizás la idea más atrevida para
juzgar la Torre Eiffel es su relación con el Impresionismo. La Torre Eiffel es
Impresionismo hecho arquitectura. Francia fue la cuna de este movimiento más o
menos revolucionario (que cada uno coloque el punto de inflexión donde quiera)
y en 1889 Monet, Caillebotte o Renoir ya habían agitado las conciencias
burguesas con sus súbitas y resueltas pinceladas.
El Impresionismo aboga por el
“plein air”. Trípode y óleos salen a la calle a pintar la ciudad, los trenes,
el bullicio, bares, fiestas, puertos, humo. Visiones momentáneas captadas al
instante, de forma rápida. La Torre Eiffel se levantó en algo más de dos años,
tiempo insignificante en comparación con otras construcciones coetáneas (Ej:
Monumento a Victor Manuel II, Roma, 1895 - 1911). La trama del lienzo no queda
oculta tras una pintura impresionista, pues los motivos expresados no necesitan
colores contundentes y opacos. De forma semejante el espectador contempla la
Torre Eiffel y ve a través de ella. Ve el cielo azul o el gris de las nubes. El
aire circula entre la estructura, entre el hierro. La luz altera la visión del
monumento, como alteraba la visión de Monet frente a la Catedral de Rouen.
Y esto, básicamente, fue la Torre
Eiffel en su momento de construcción. Sus funciones han sido variadas a lo
largo del Siglo XX, culminando en el actual pulmón económico del patrimonio francés.
La Torre sufre continuas reparaciones y es repintada cada siete años para
evitar su deterioro y es que no puede esperarse más de lo que en su origen fue
un ambicioso proyecto de arquitectura efímera.
John Ruskin tiene que estar
revolviéndose en tu tumba (ya tenéis deberes para esta semana).
Caricatura de Gustave Eiffel junto a la Torre. |
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