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sábado, 15 de marzo de 2014

Árbol, Hijo, Libro

    Ya ha pasado más de un mes desde que hicimos la presentación en aquel oasis descubierto por nuestro Peter Pan. Parece mentira ¿Verdad? No sé cómo lo sentirás tú pero siento como si hubiera sido hace mil años. Realmente de lo que sí hace mil años es de aquel primer texto que te envié y que empezó a dar forma a la que sería nuestro libro. ¡Nuestro libro! Tranquilo, no te escribo para pedirte nada más, por ahora voy a dejarte tranquilo, tan tranquilo como kilómetros hay entre nosotros. Esto que estás leyendo es sólo una excusa para darte las gracias y para recodarte que ninguna palabra habría nacido sin tus fotografías, que el tiempo empleado en darles vida es directamente proporcional al valor de tus imágenes en el resultado final.



    Ese título que se resistía, esa portada lacrimógena que me exasperó, esos textos descartados que hacían decaer nuestro ánimo, esas desesperadas llamadas que nos ponían de los nervios acordándonos peyorativamente de nuestras respectivas madres. Perderme con el coche yendo a tu casa y los pliegos que no terminan de encajar. El orden de las imágenes, tío, el orden de las imágenes. Granada, Salamanca, Cádiz, Córdoba, Weymouth. El lomo que desapareció. Ese prólogo que nos enamoró. Ese prólogo que se resistía. Las faltas de ortografía, habidas y por haber. Tenían que ser veinte y menos más que lo fueron, porque casi nos sale un tríptico en lugar de un libro.

    Hemos hecho molinos, juguetonas, freezes y vueltas de cabeza (o por lo menos lo hemos intentando). Cumpleaños, borracheras, exhibiciones, Afro, Booga, Hiper, Hijar y demás Soul gilipolleces que si no fuera por las fotografías apenas las recuerdo. Hemos crecido y cambiado (unos más que otros), hemos madurado como la fruta, aunque algunos sigan estando verdes. Por encima de todo esto que te describo, hemos estado tú y yo y una idea rondando por nuestra cabeza. Esa idea está ahora en casi 200 diferentes estanterías, diferentes hogares y diferentes propietarios, ojos que miran y leen, manos que sostienen y señalan. Nuestros nombres separados por apenas dos milímetros y nuestro esfuerzo conjunto por fin están pillando polvo entre Dan Brown, Cervantes, Cocina alpujarreña para tontos y la revista ¡Hola!  Y es que poco nos ha importado la opinión de la gente, poco el beneficio que sacaríamos cuando nuestra meta fue “el arte por el arte”.



    Ahora lo tengo entre mis manos y me parece casi un sueño (a veces una pesadilla). Lo abro y se libera ese aroma a nuevo (repriman los chascarrillos), leo y observo, comparo, anoto, suspiro. Veo como se derrama su interior y no puedo dejar de sentirme identificado. Me siento orgulloso de nosotros por lo que hemos hecho aunque apenas tenga eco fuera de nuestro círculo. No puedo asegurártelo pero de esos 200 libritos, alguno debe sobrevivir por encima de nosotros y espero que dentro de 100 años el tataranieto de alguien lo sostenga por primera vez en sus manos, lea nuestros nombres y diga “¿Pero qué mierda es esto?, a ver lo que hay escrito…”

    Mi historia tiene muchos lugares de paso pero tu capítulo ya está escrito con tinta imborrable.

   A trabajar, juden!



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